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Agustina Macri retrata en "Miss Carbón" la lucha de la primera mujer trans en trabajar en una mina

Agustina Macri retrata en "Miss Carbón" la lucha de la primera mujer trans en trabajar en una mina

En el extremo austral del país, una joven alimenta un sueño de lo más peculiar: vestir mameluco y casco, maniobrar el pico y la pala, y convertirse en la primera mujer minera del país. El de Carlita Rodríguez no es el deseo más común para una chica trans en la ciudad de Río Turbio, capital nacional del carbón, en el sudoeste de la provincia de Santa Cruz, en la frontera con Chile. Imposible, no obstante, el sueño tampoco es. Esto es, justamente, lo que narra Miss Carbón, la nueva película de la cineasta Agustina Macri. Retrato subterráneo y en capas, la directora se adentra en una historia real: la de una mujer trans que rompe una superstición centenaria según la cual la presencia femenina traía mala suerte bajo tierra. Excepción mediante y con la Virgen de Santa Bárbara como garante, cada 4 de diciembre, Día de la Patrona de los Mineros, las mujeres tenían permitido entrar a la mina de carbón sin que la tierra temblara y se derrumbara ante su presencia.

No es la primera vez que Agustina Macri se mete con una narración potente y real. En 2018, llevó a la pantalla Soledad, película basada en el libro Amor y anarquía, de Martín Caparrós, sobre la vida de Soledad Rosas, joven argentina que en un viaje a Turín, en Italia, se enamora de un chico anarquista, abraza esa causa y termina en la cárcel, acusada de terrorista. Macri –hija de Mauricio Macri y nieta de Franco Macri– opta, otra vez, por una provocativa historia de vida, de rechazo y resiliencia, de vulnerabilidad y redención.

En el origen de este drama biográfico, estuvo el artículo “La Reina del Carbón” que la escritora, dramaturga y guionista Erika Halvorsen (también guionista de este film) escribió hace siete años para el sitio Anfibia. Oriunda de Río Gallegos, criada en Río Turbio, quién mejor que ella para contar la historia de Carla Antonella Rodríguez –Carlita o Carli, como la llaman en confianza–: “En el Río Turbio de mi infancia ninguna soñaba con ser minera, ni jefa de la empresa”, comienza el texto. Lo que sigue es el relato cuidadoso de cómo una mujer trans pudo horadar una estructura patriarcal y machista, y cuestionar un mito añoso, hasta convertirse en la primera mujer del país en trabajar dentro de una mina en un yacimiento carbonífero. Le tocó a la actriz trans chilena-estadounidense Lux Pascal (hermana de Pedro Pascal) llevar adelante la acción y encarnar a Carli, en una interpretación sutil sin subrayados innecesarios.

Paco León, Erika Halvorsen, Carlita Rodríguez y Agustina Macri, parte del equipo que hizo "Miss Carbón". Paco León, Erika Halvorsen, Carlita Rodríguez y Agustina Macri, parte del equipo que hizo "Miss Carbón".

Agustina Macri habló con Revista Ñ sobre los desafíos de contar y filmar esta película, una coproducción entre la Argentina y España, cuyo estreno está previsto para el 2 de octubre.

–¿Qué te impulsó a contar esta historia?

–Me llegó el guion al mismo tiempo que me compartieron el artículo de Erika Halvorsen. Me pareció fascinante la historia, por todos sus elementos: que sucediera en un pueblo minero, que ella fuera una mujer trans, la historia de lucha, de resiliencia, cómo enfrenta todo el sistema. Me costaba encontrar algo que no me gustara. Después, cuando la conocí a Carlita, nos pasó algo bastante mágico: sentimos mucha familiaridad. Eso también marcó mucho el proceso de la película, porque siempre cuento que nunca sentí la presión de contar su vida; fue un proceso que fluyó. Ella confió muchísimo en nosotras, sobre todo en Erika, con quien comparte el origen: son del mismo pueblo, comparten esa hermandad. Nunca me sentí a prueba ni bajo la mirada de alguien evaluando lo que hacía. Había bastante lugar y espacio para crear. Después entró Lux Pascal para componer a Carlita y transmitir, más que nada, su espíritu.

–¿Algo te sorprendió especialmente en el proceso de la construcción de este universo?

–Me impresionó la fuerte tradición minera, el culto: más allá de que la minería es una actividad formal del Estado y le da trabajo a un montón de personas, impacta cómo atraviesa la cotidianidad de quienes viven ahí: el rito, el culto a Santa Bárbara cada 4 de diciembre, cómo en cada lugar hay una virgencita, el abundante “merchandising” minero… la minería se respira en todo sentido. Eso me impactó y creo que terminó empujándome a que Santa Bárbara se volviera una figura mitológica en la película, como una especie de hada madrina para Carlita. Siempre digo que no tiene un sentido religioso; para mí es más bien espiritual, como un hada madrina que viene a cumplirle el sueño a Carlita.

Lux Pascal interpreta a Carlita Rodríguez.Lux Pascal interpreta a Carlita Rodríguez.

–La película también da cuenta de la superstición de que a los yacimientos no podía entrar ninguna mujer porque podría provocar un derrumbe. Y con Carli esto se empieza, de a poco, a desactivar: su historia particular trae aparejadas otras que a la vez son modificadas por la de Carli. Hay una circularidad.

–La película tiene muchas capas. Hubo una tragedia en el pueblo, en la que murieron 14 mineros en una explosión adentro de la mina, y nos gustaba la idea de contar eso –algo que marcó tanto al pueblo– a través del personaje de su amiga. El pueblo existe hace 80 años, se fundó por inmigrantes que buscaban el famoso carbón. De alguna manera, se asentó esta idea patriarcal y machista de que la minería es un trabajo para hombres, de fuerza, que las mujeres no pueden hacer. Así, las mujeres quedaron excluidas y relegadas a un lugar más “clásico”, como el cuidado de la casa. Carlita viene a romper con todo eso. Siempre digo que su superpoder fue haber sido una mujer trans, porque si hubiese sido una mujer cis nunca nadie la habría dejado entrar. El hecho de que fuera trans le permitió, de algún modo, “infiltrarse” en el sistema con su documento masculino y hackearlo desde adentro.

–En la película, que narra varios años de la vida de Carla Rodríguez, vemos que en medio de su derrotero se sanciona la Ley de Identidad de Género. Esto, paradójicamente, le genera un nuevo problema: a la mina solo entran empleados hombres; ahora que su DNI dice que es mujer, la reasignan a “tareas femeninas”.

–Ahí empieza otra problemática. Nadie sabía dónde ubicar a Carlita, una mujer trans, en un pueblo así. Hasta hoy sigue defendiendo los derechos laborales porque las mujeres trans ocupan muy pocos lugares. Ese “superpoder” la mantuvo cuatro años trabajando antes de que saliera la Ley de Identidad de Género. Hasta entonces, nadie podía decirle nada porque su documento decía “Carlos Rodríguez”. Ella cumplía su trabajo. Por eso me pareció importante que en esa escena en la que enfrenta al gerente, le pregunte si su problema era que ella fuera mujer o que se hubiera puesto tetas. Eso surgió de una conversación que tuvo Erika con un minero, quien comentó que, según él, el debate empezó cuando ella se operó, porque ahí puso en evidencia, en su cuerpo, lo que sentía internamente. Ahí comienza todo el debate sobre genitalidad, identidad y cuerpo: si una mujer trans necesita operarse para sentirse mujer o no. Ellas te dicen que siempre se sintieron mujeres, y que lo que viene después es una elección, una consecuencia, pero que no las define.

Una historia real, transcurrida en Río Turbio. Una historia real, transcurrida en Río Turbio.

–¿Cómo trabajaste el equilibrio entre la historia íntima y personal con el contexto sociopolítico, la sanción de la ley, es decir, los cambio micro y los cambios macro?

–Es difícil extrapolar el personaje de su contexto, de la coyuntura. Además, terminó siendo una herramienta para ella. El hecho de que la ley haya aparecido justo en ese momento empujó a Carlita a terminar de consolidar el proceso hacia el afuera, algo que quizás ella no necesitaba en su intimidad, pero a veces también viene bien. Ella encuentra, sobre todo en la comunidad trans, un lugar de pertenencia que no encontró en su familia original, que la película muestra de forma muy acotada porque no queríamos enfatizar demasiado: la situación inicial, con su familia, fue mucho más dura, más violenta; ella sufrió muchísimo. Pero sentimos que queríamos contar la historia de forma más luminosa y contar cómo ella se sobrepuso. Encuentra en la comunidad trans su lugar de refugio, de pertenencia y suma fuerza para volver a la mina, que es su lugar en el mundo, como dice siempre ella: que la minería le salvó la vida.

–¿Hubo lugar a la improvisación?

–Respeté mucho el trabajo de Erika, porque sabía cuán personal era para ella todo este proceso: contar esta historia de un pueblo del que se fue cuando era adolescente. Pero después hay algo, para mí, muy mágico, que sucede cuando uno se anima a jugar alrededor del guion. Parte del juego fue convocar a toda gente real del pueblo: casi todas las personas de la película son personas reales que fuimos convocando por un casting abierto que hicimos con Verónica Souto, que tiene mucha experiencia en trabajar con “actores naturales” –como dicen en España, me gusta el término– , jugar un poco con esos límites entre la realidad y la ficción. Abrimos la convocatoria, Carlita nos ayudó un montón. Empezamos a poner avisos en el pueblo y al principio la gente estaba tímida, pero después empezó a copar: el farmacéutico, los mineros, toda la gente que está en la procesión, en el acto de la Fiesta Nacional del Carbón, en la capilla. Fue como una constelación del pueblo. En la interacción con los actores, eso hace que todo el tiempo haya algo vivo. Después vino el trabajo con Lux, que para mí era muy importante que, como actriz y como mujer trans, también tuviera su espacio para poner su impronta. En este caso me parecía que, teniendo una experiencia tan diferente a la de Carlita, pero al mismo tiempo compartiendo algo identitario tan fuerte, era muy interesante ver cómo iba vibrando todo el proceso y encontrándole el color al personaje.

Agustina Macri en pleno rodaje. Agustina Macri en pleno rodaje.

–La propia Carla hace una aparición.

–Un cameo: aparece en la Fiesta Nacional entre el público y después en la manifestación, al lado de Lux. Fue un momento muy mágico.

–¿Cómo fue filmar mina adentro?

–Morena Films, que es la productora española, propuso hacer algunos interiores en Bilbao, en una zona minera. Yo propuse no perder la mina real, que es lo que aparece en todas las escenas con Paco León cuando ella trabaja como minera. Todo eso es la mina real de Río Turbio y todo lo que es la parte de la capacitación, cuando se prepara para ser minera, es en Bilbao, que es una mina real, pero de metal. En Río Turbio, hay varias bocas oficiales, en la llamada Mina Cinco, donde hay más tránsito de trabajadores, era más complicado filmar porque son como seis kilómetros de túnel para entrar. Eso ponía al equipo en riesgo, respecto de otras bocas que están activas, con maquinaria, que es lo que aparece en la película y son más accesibles. Al final, entramos como 300 metros. Tomamos todas las precauciones y es una experiencia físicamente bastante desafiante. Los mineros, incluso Carlita, hacen turnos de menos de seis horas, y una jornada de filmación son mínimo ocho, a veces diez horas.

–¿Qué te gustaría que generara la película: empatía, incomodidad, reflexión?

–Carlita es una persona que a mí me genera mucha admiración; es un ejemplo de fuerza, de lucha, de resiliencia. Incluso a veces, cuando ahora está con sus propios debates y hablábamos, y yo le escribo y le doy fuerza, le quiero dar el ejemplo de ella misma, diciéndole: “No te olvides de lo que lograste”. Creo que en un momento tan particular como este, donde por momentos hay tanta intolerancia y tanto odio, me parece que es lindo mirar al otro, como dice ella todo el tiempo, con un poco más de amor y compasión. Sé que hay una mirada prejuiciosa sobre el tema, sin llegar a ser agresiva ni intolerante. Así que me puso contenta porque algunas devoluciones que fui teniendo de gente que se manifestó me decían: “Yo, que soy prejuiciosa, esta película me invitó al tema de una manera que no me costó”. Más allá de la ideología, hay capas; para mí es una película humanista, hay una persona, una mujer trans y un pueblo con determinadas características.

–Es que además, la mayoría de las veces, son historias dolorosas.

–Era algo en lo que estaba muy pendiente: cómo retratar esa realidad sin caer en algo más costumbrista o en algo más duro. Me acuerdo de que la gente en el pueblo decía: “A veces vienen y hacen cosas de nosotros y siempre parece que estamos tristes”. Para ellos también había un llamado a decir: “No somos tristes”. Y también está la naturaleza, que es tan feroz y tan bella. Ese margen, ese límite, era muy desafiante, no volverme esteticista de algo real y duro, pero al mismo tiempo mostrar algo bello.

Clarin

Clarin

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